Vademécum del traductor

A qué clientes me dirijo y qué precios aplico

Con frecuencia, un aspecto que se presta bastante al desconcierto es el de las tarifas de traducción. Sobre todo al comienzo de la actividad, uno tiende a aceptar tácitamente los precios que le marca la empresa contratante, guiado como es normal por el deseo de introducirse en el mercado lo más rápidamente posible. Esto es comprensible. Lo realmente peligroso es convertir esta dinámica en práctica habitual de nuestra profesión. Para empezar, digamos abiertamente que las empresas se clasifican en dos grandes tipos: las que dictan sus precios al traductor, y las que preguntan a este cuáles son sus tarifas. Este detalle aparentemente sutil es un claro indicador del talante del cliente y evidencia inequívocamente sobre qué base se va a cimentar la relación cliente-traductor de cara al futuro.

El porqué de los precios de mercado

Los precios de mercado no se establecen gratuitamente, tienen una razón de ser. No siempre reparamos en el hecho de que el montante total de la facturación no constituye en realidad un sueldo, sino una cantidad bruta de la que es preciso restar todos los gastos e impuestos relacionados con la actividad: cotizaciones a Hacienda; cuota de Seguridad social; conexión y consumo de Internet; mantenimiento de la página web; gastos de teléfono; adquisición de nuevo equipamiento, programas y material de consulta; servicios contratados a terceros; gasto de alquiler; gastos de agua, luz y calefacción; desplazamientos y dietas; necesidad de una formación continuada, etc. La lista no es pequeña. De todo esto se deduce que la aceptación sistemática de unas tarifas bajas conduce necesariamente al estancamiento, por cuanto impide realizar las inversiones necesarias para mejorar el servicio y asegurar el sostenimiento futuro de la actividad.

Así pues, ¿qué tarifas debemos de aplicar? Pues depende en gran medida del servicio que esté dispuesto a ofrecer cada uno y la dirección en la que desee orientar su futuro. Actualmente, son muchas las tareas relacionadas con nuestra práctica laboral que escapan al mero hecho de traducir, así que los precios serán acertados o no en la medida que el servicio sea capaz de incluir otras tareas y solucionar en conjunto los problemas de los clientes. En este sentido, cada uno es libre de estipular sus propias tarifas encuadradas en unos baremos lógicos.

Qué tarifas aplican las empresas

Adoptemos ahora la perspectiva contraria y veamos unos ejemplos de las tarifas (expresadas por palabra original y en la dirección de lenguas inglés-español) que resultan rentables a las empresas que nos contratan. Tal vez estos ejemplos sirvan de ayuda para definir nuestra propia lista de precios:

Agencias nacionales

El material a traducir suele venir ya preparado en programas de traducción asistida y requiere un servicio exclusivamente de traducción o revisión. En España, en el precio que suele proponer la agencia se contempla el campo de traducción, el tipo y formato de los archivos, la experiencia del traductor, etc. Los precios oscilan en función de cada cliente. Precio mínimo orientativo: 0,04 €/pal. Precio máximo orientativo: 0,07 €/pal.)

Clientes finales nacionales

El traductor se encarga de todo el trabajo de pre- y postraducción. Se espera calidad final y el presupuesto varía en función de las exigencias del cliente. Engloban generalmente este grupo filiales españolas de multinacionales extranjeras o compañías locales exportadoras. Precio mínimo orientativo: 0,08 €/pal. Precio máximo orientativo: 0,12 €/pal.

Agencias internacionales

A este apartado pertenece un nutrido grupo de agencias internacionales que suelen procesar grandes volúmenes de traducción destinado a un mercado global y multilingüe. (En localización, las empresas especializadas se denominan MLV o Multi-Lingual Vendors, que son las que dan servicio a las grandes compañías internacionales.) Los trabajos suelen ir acompañados de una cantidad considerable de instrucciones y exigencias específicas que requieren ciertos conocimientos avanzados por parte del traductor sobre los procedimientos y herramientas que deben utilizarse. Los precios oscilan en función del país donde se encuentre la agencia y conviene tener muy presente la fluctuación de la tasa de cambio, si la hubiera. Precio mínimo orientativo: 0,08 €/pal. Precio máximo orientativo: 0,12 €/pal.

Clientes finales internacionales

Las tarifas aplicables a este bloque dependen del país donde se encuentre la empresa, el campo de especialización de la traducción, la inversión necesaria en material de consulta y herramientas, los procedimientos específicos exigidos, el tiempo empleado en el tratamiento y resolución de problemas, las llamadas telefónicas internacionales, los desplazamientos, etc. Precio mínimo orientativo: 0,09 €/pal. Precio máximo orientativo: 0,15 €/pal.

Consejos prácticos sobre las tarifas

Los clientes (agencias o empresas de cualquier sector) no son entes maléficos que disfrutan bajando las tarifas a los traductores. Simplemente hacen su trabajo. Muy al contrario, los precios son los que son porque hay traductores que los aceptan. Si revientas precios es tu elección, pero debes saber que con ello destruyes tus propias posibilidades de progresión profesional.

Aprende a decir «no» a todos aquellos proyectos que no cumplan los requisitos mínimos que hayas establecido. Contrariamente a lo que pueda pensarse, la negativa razonada es un síntoma de profesionalidad ante el cliente.

Antes de aceptar un proyecto, trata de recopilar información que te permita comprobar —o al menos intuir— la seriedad y solvencia del cliente. Más importante que defender unas tarifas razonables es cobrarlas.

En todo momento, controla la contabilidad de cada cuenta de cliente y sobre todo de los pagos pendientes de cada proyecto. No confíes en que ya llegará el pago. Supervisa los plazos y, vencida la factura, comprueba la transferencia bancaria o la recepción del cheque. Si el pago no ha sido emitido, ponte en contacto de inmediato con el cliente para conocer el estado del mismo. (No atribuyas cualquier retraso automáticamente a la mala fe del cliente, pero sé firme en tu reclamación de los cobros.)

Cuando trabajes con una agencia, generalmente esta querrá desglosar las tarifas atendiendo a unas categorías predefinidas que ofrecen los programas basados en memorias de traducción. En el caso de las agencias nacionales, estas prácticas generalmente solo resultan rentables en la medida que la tarifa acordada para las palabras nuevas se acerque a la franja elevada de la gama de precios antes mencionada (las tarifas para el resto de los conceptos deben ser, por supuesto, proporcionales).

Si un precio te resulta insostenible, no comprometas la calidad para hacerlo rentable (es decir, no consultando todas las dudas que debieras, traduciendo a ritmo vertiginoso, no revisando tu trabajo las veces que sea preciso…). Conserva la calidad, mejórala siempre que puedas y estipula para ella unas tarifas razonables. Cuando un cliente no resulta rentable, es el momento de empezar a buscar otro.