Vademécum del traductor
He acabado la carrera, ¿y ahora qué?
¿Qué traductor no se ha sentido desamparado durante los primeros pasos de su actividad profesional? Muy pocos, seguro. En mayor o menor medida, todos hemos sentido esa especie de abismo que separa nuestros años académicos de la práctica laboral. Hasta el último momento de la formación el objetivo es tangible, pero tras largos años de estudio llega lo inevitable: el salto al mundo real y, con ello, la incertidumbre. ¿Cómo contribuir a que esa sensación sea lo más efímera posible?
Lo primero que debemos preguntarnos es simple y llanamente si queremos dedicarnos profesionalmente a traducir. La respuesta parece obvia, pero sorprende ver la cantidad de casos donde el titubeo vocacional supone el primer obstáculo —a veces imperceptible— del futuro traductor. No es raro haber asociado románticamente alguna vez nuestro futuro al del traductor bohemio, versado en mil materias y de dialéctica hábil que reina en las tertulias de café. La realidad es que los traductores acabamos siendo, más que artistas, unos obreros de la palabra: jornadas de trabajo largas y solitarias, escaso reconocimiento y, en general, ingresos económicos que no invitan al despilfarro. Para evitar sorpresas es preciso situar nuestras metas en el terreno de la realidad.
Acto seguido, debemos plantearnos seriamente a qué campo o campos de la traducción (o, en su caso, a qué modalidad de la interpretación) vamos a dedicarnos: traducción literaria, científica, jurídica, médica, informática, financiera, administrativa, de doblaje, etc. Tal vez no desde el primer momento, pero sí es importante ir acotando progresivamente el campo de actuación porque de ello dependerá nuestro grado de especialización. Sin él no podremos crear una ventaja competitiva con respecto a nuestros homólogos y, además, los posibles clientes recelarán de nuestra calidad si pretendemos vendernos como expertos en todo.
Primer acercamiento a las empresas
Tras estas dos sencillas preguntas iniciales, es hora de ponerse manos a la obra. La primera tarea será sondear el mercado y confeccionar una lista de empresas que trabajen habitualmente con traductores. Esto puede hacerse rápidamente a través de Internet. Para acotar la búsqueda y facilitar la transición al mercado de trabajo, podemos fijar inicialmente el punto de mira en las agencias locales monolingües, normalmente más accesibles. Es el momento de ultimar la preparación del currículo.
Consultando la página corporativa de Internet de estas empresas o por mediación de algún colega, prestaremos atención a dos aspectos concretos: qué perfil de traductor demandan y cuál es su método preferido para contratar el personal. Sobre este último aspecto, algunas dispondrán de un formulario en la propia web, otras ofrecerán una dirección de correo electrónico de contacto y, las menos, solicitarán el currículo por correo ordinario.
Conviene llamar siempre primero a la puerta de aquellas empresas que muestren abiertamente su necesidad de contratar nuevos traductores. La selección de colaboradores externos no suele ser todo lo ágil que sería deseable, así que la intención es acortar en lo posible este periodo de transición para no caer en el desánimo. (Dicho sea de paso, será una buena ocasión para poner a prueba la confianza en uno mismo, factor determinante para la consecución de objetivos posteriores.)
De forma natural, irán surgiendo nuevas cuestiones. Por ejemplo, si queremos formar parte de la plantilla de una empresa o, por el contrario, establecernos en régimen autónomo. En ambos casos, los caminos a seguir serán distintos y la andadura se irá ramificando más y más tras cada decisión que tomemos. Una vez conseguida la primera asignación de trabajo —que siempre llega—, hay que esforzarse por dar el mejor servicio. Un cliente satisfecho es garantía de futuro.
A partir de ese momento, la atención se irá centrando en acceder a nuevas empresas, mejorar el servicio, averiguar la tendencia de la demanda, asimilar nuevos conocimientos… Sin darnos cuenta, habremos dado un salto de gigante y las vacilaciones iniciales serán cosa del pasado. No es extraño: ya estamos dentro del mercado.