Vademécum del traductor

Claves de la progresión profesional del traductor

Una vez superado el primer objetivo de introducirnos en el mercado laboral tras conseguir los primeros proyectos, dejamos atrás la preocupación de la incertidumbre inicial y nos familiarizamos con la clásica dinámica de la profesión, que comprende desde puntas de trabajo exasperantes hasta lapsos de inactividad no deseados. Sea como sea, parece que globalmente la situación compensa y uno se conforma tácitamente con ir concatenando proyectos y esperar que el futuro se prodigue en nuevas y mejores ofertas de trabajo. Detengámonos aquí un minuto y formulémonos estas simples preguntas: ¿cuál será mi situación profesional de aquí a cinco años?; ¿cuál quiero que sea?; ¿qué objetivos me he marcado como traductor?… No es raro que en muchos casos la respuesta no surja espontánea, porque dudamos demasiado al supeditarla instintivamente a numerosos factores externos; entre ellos, la suerte. No es que no sea bueno confiar en la suerte, pero conviene dejarla solo como último recurso, no sea que al final no se digne hacer aparición.

Panorama laboral actual

Concretamente en el ámbito de la traducción técnica y la localización de software, hay agencias locales que están pagando casi los mismos precios que cuando aparecieron las primeras máquinas de escribir (y me refiero a las negras). ¿Cómo es posible? En los noventa, en España apenas existían dos universidades donde poder cursar la carrera de Traducción e Interpretación, y la cantidad de estudiantes que estas podían albergar era muy reducida. Actualmente, sin embargo, son numerosas las universidades estatales (17 en el momento de redactar este artículo) que imparten ya esta licenciatura y con muchos más medios técnicos y humanos. De esta nueva situación se desprende, por un lado, que las generaciones de traductores que se introducen imparablemente año tras año en el mercado son cada vez mayores en número y que, por otro, vienen avaladas por una mejor preparación. (En el caso del español, la oferta de traductores se dispara si contamos a todos los países hispanohablantes.)

En esta situación, las agencias juegan con ventaja y ganan competitividad en el mercado a costa de los traductores. A veces no cuestionamos hechos que de por sí son incomprensibles: ¿por qué es la empresa la que dicta los precios y no al revés? (¿Imponemos nosotros acaso al tendero el precio al que le compramos las lechugas?) ¿Por qué debemos comprar el programa que la agencia nos impone como condición previa para trabajar, si podemos ofrecer el mismo resultado con otro programa de nuestra propiedad? ¿Por qué, bajo el anzuelo de los grandes volúmenes de trabajo, aceptamos ciertas relaciones de exclusividad que lo único que esconden son una rebaja de los precios? ¿Quién puede argumentar que una frase es un 85 por ciento igual a otra —primer error— y que, ya puestos, requiere un 85 por ciento de esfuerzo traducirla? ¿Qué intereses subyacen bajo estas prácticas y a qué conduce todo esto? El hecho de aceptar inicialmente como normales muchas de estas premisas no exime de la necesidad de analizar por qué se crea esta situación y de preguntarnos qué podemos hacer para sobrevivir a este cúmulo de condicionantes.

La clave, en nuestra actitud

Un empleado de una empresa goza generalmente de una jornada laboral y una remuneración fijas, alguien le marca siempre el camino a seguir y su progresión viene determinada por su valía y por la buena marcha de la empresa. Con frecuencia, los traductores freelance caemos en el error de identificarnos con este perfil aceptando voluntariamente el rol de empleado de empresa. Acudimos cabizbajos a las agencias a solicitar trabajo y nos acostumbramos a que estas dispongan de nosotros en función de sus necesidades, acatando precios y exigencias con la vana esperanza de que serán ellas las que algún día nos sorprenderán gratamente con una subida de los precios. Cuando la situación acaba siendo económicamente insostenible, reaccionar cuesta dios y ayuda porque, sin darnos cuenta, hemos quedado a merced de unos pocos clientes que nos pagan a precios bajos y no es nada fácil salir de ese círculo cerrado.

La relación empresa-empleado no es válida para un profesional independiente, porque los mecanismos para progresar en el seno de una empresa son muy distintos a los que rigen en el caso del autónomo: no en vano, el mercado carece de las estructuras jerárquicas que en una empresa encauzan de forma natural los ascensos y aumentos de sueldo por el simple hecho de acumular experiencia en un puesto (en el mejor de los casos, se entiende). El modelo a imitar para progresar en la condición de traductor autónomo no debe ser, pues, el de un empleado, sino el de una empresa.

Es natural que un traductor, al pensar en su futuro, se fije como meta mejorar la calidad, aumentar su bagaje lingüístico, asegurar la satisfacción de los clientes y buscar el reconocimiento a su trabajo. Es humano y comprensible. Pero ¿el fin último de una empresa es buscar el reconocimiento a la calidad?, ¿acumular mayores conocimientos?, ¿dar satisfacción a sus clientes? Realmente, no. Una empresa se crea exclusivamente para ganar dinero, y ese es también el fin último de nuestra actividad laboral, aunque suene prosaico decirlo. Al fin y al cabo, si de asegurar la satisfacción del cliente se tratara, todos trabajaríamos gratis, y no lo hacemos. Lo que sustancialmente marca la trayectoria del traductor profesional es la nitidez con que es capaz de separar las metas personales de los objetivos estrictamente empresariales. Por tanto, debemos enfocar siempre la práctica diaria hacia la máxima rentabilidad, adoptando para ello las mismas pautas que aplicaría para sí cualquier empresa. Solo en ellas encontraremos las claves del éxito profesional.

Consejos prácticos para progresar

Busca clientes continuamente

¿Qué empresa detiene su aparato de marketing mientras fabrica sus productos? Ninguna. Es necesario que dediques periódicamente cierto tiempo a establecer nuevos contactos. Lo habitual es no obtener resultados rápidos, pero el día menos pensado uno de esos clientes potenciales te sorprenderá con un proyecto atractivo. Esta rutina te irá facilitando la selección de los clientes en función de la rentabilidad que te supongan.

Establece tus precios

Por mucho que inicialmente tengas que aceptar los precios y prácticas que una empresa local pueda imponerte, eres tú quien debe determinar los precios de tu propio servicio.

Aprende a decir «no» a un proyecto

No aceptes aquellos proyectos que no se avengan a unos precios y condiciones mínimamente razonables. De no hacerlo así, el problema ya no es tanto si con ello haces competencia desleal, sino que tú mismo te conviertes en el principal obstáculo de tu propia progresión.

Evita la morosidad

Tan importante como fijar unas tarifas razonables es asegurarse primero de la solvencia de las empresas para las que trabajas. Huelga decir que de nada te servirá trabajar a un precio atractivo si al final la empresa no te paga. Los lazos de unión con los clientes deben ser de mutua confianza. Es la única base sólida de toda colaboración. Cuando receles de un cliente o tengas alguna evidencia de su mala fe, no entres en el juego: cambia de aires.

Promociónate en el mercado

Debes procurarte visibilidad en el mercado. Es inútil tener los mejores conocimientos e infraestructuras si los clientes potenciales no saben que existes. Aparte de los contactos directos, puedes contribuir a aumentar tu presencia creando una página web, adoptando una dirección de correo corporativa, dándote de alta en directorios de traductores, participando en foros de debate, asociándote, etc.

Aprende a venderte

Cuando te presentes a un cliente, desecha todo lo accesorio y resalta únicamente tus ventajas competitivas. La aspiración personal de todo traductor es convertirse en un buen profesional; el medio para conseguirlo, que los clientes sepan que lo es.

Mejora continuamente tus infraestructuras y conocimientos

Debes estar en condiciones de ofertar servicios que otros no puedan o no quieran prestar. Te ayudará en este sentido realizar una inversión continuada —que no gasto— en reciclar tus conocimientos y disponer del mejor equipamiento con el fin de proporcionar la máxima calidad.

Gestiona el tiempo de forma eficaz

Trata de prescindir de lo innecesario para centrarte en lo necesario, procurando no invertir tiempo en tareas que no tengan un fin económico concreto dentro de la actividad. Por citar un ejemplo clásico, a veces preferimos destinar horas y horas para aclararnos con la contabilidad y el papeleo, cuando en ese mismo espacio de tiempo podríamos ganar más dinero traduciendo de lo que nos costaría una simple visita a un asesor fiscal.

Construye relaciones con los clientes que te interesan

Es más fácil decepcionar a un cliente que a un amigo. Crear un clima amistoso que favorezca el entendimiento es esencial para fundamentar sólidamente las relaciones profesionales.

Y, sobre todo, sé siempre honrado y diligente en tu trabajo.

En definitiva, todo lo hasta aquí expuesto ayuda a mentalizarnos de que un traductor autónomo es en realidad una empresa y de que debe procurar para sí lo mejor porque nadie lo va a hacer por él. Un empleado puede tener la tentación de acomodarse en un puesto, pero nunca una empresa: el día en que deja de pensar en mejorar, está colocando la primera piedra de su propio fracaso.